9/9/09

El otro día fui a una parapsicóloga que me recomendó mi madre. Acepté de buena gana esperando encontrarme con una mujer, por sobre todas las cosas, muy interesante. A la “bruja” le expliqué mi manera de ver las cosas y la sorprendí. Me llenó tanto de elogios que mi escepticismo se esforzó por tomar el control de mi ser. Lo reprimí, me relajé y escuché. Parecía conocer mi mundo interno mejor que yo (quitándole las tonterías religiosas que tan poco comparto). Me miraba siempre a los ojos y con fuerza intimidatoria. Un par de veces me permití encausar los oídos y recomponer sus frases místicas en otras que me identificaran más. Me dijo prodigio. Me llamó ser de luz. Me relacionó con el mago todo poderoso. Sorprendentemente… no me sentí estafada.
Mi espiritualidad es prácticamente innata y aunque nunca le presté mucha atención a las enseñanzas de la metafísica, de alguna manera inexplicable, la matemática de la vida se me fue rebelando y las cosas absorbieron un increíble significado.
¿Cómo explicarlo?, ¿Comprendes de lo que hablo, lector omnipotente?
Interpretar señales teniendo en cuenta que hay energías que nos superan. Apreciar cada segundo desde nuestra integridad, desembarcando inevitablemente en una templanza feliz y constante.
¿Qué espera el hombre mediocre para perseguir su felicidad?, el miedo a la incertidumbre tal vez. La inseguridad de no tener buenas respuestas para responder a las exigencias del mundo moderno... Who knows?
Lo pagaran con su tristeza y disconformidad. Le sonreiré con ternura a sus prejuicios. Me mantendré erguida ante el único instante que realmente importa: aquí y ahora. Seré siempre y espero nunca perder esta seguridad encontrada allí, donde se guardan todas las otras cosas.

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